Eso es como preguntar “¿qué fue antes, el huevo o la
gallina?” Pues es imposible responder a ello. ¿Por qué? Porque valorar algo
como lo mejor o lo peor es de las cosas más subjetivas que existen. Y el ser
humano, otra cosa no, pero subjetividad tenemos para rato y cada uno la suya.
Por ello, con este post no pretendemos saber a ciencia
cierta si Rise like a Phoenix fue la
actuación que se mereció o no la victoria. A nosotros, la canción no nos
gustaba, pero la ejecución de Conchita fue de lujo, la realización la hizo
ganadora, y todo el revuelo que se ha montado a su alrededor la otorgó la
máxima puntuación la noche del 10 de mayo.
Pero desde esa noche, sólo un titular ha copado toda la información
acerca del Festival: La mujer barbuda
gana Eurovision. Cientos de referencias a la tupida barba que tan
característica ha hecho a Thomas Neuwirt en su papel de Conchita Wurst. Y es
que es eso, Conchita no es más que un papel, una Verka Serduchka reivindicativa
(y más elegante) que ha protegido los derechos de los homosexuales más allá de
las fronteras austriacas.
Y aquí surge la polémica. Polémica que nosotros vamos a
dividir en dos partes. Por un lado, ¿qué es lo que ha convencido a Europa? Unos
dicen que la canción y la interpretación. Otros que la estética y la
parafernalia del personaje. Lo malo es que nunca podremos saber qué hubiera
pasado si Conchita hubiese aparecido la noche del 8 de mayo en el B&W de
Copenhague afeitada. Pero es innegable que, la estética de mujer barbuda ha
influido en captar la atención del público.
Pero ojo, de eso va Eurovision. Los más puristas siguen
defendiendo que la canción debe estar por encima de todo. Pero si analizamos Eurovision
2014, podemos encontrar ruedas de hámster, trapecistas, paracaidistas, lluvia
en 3D… El espectáculo se ha convertido en el eje central de las performance. ¿Y
qué hay de raro? ¿Acaso no vivimos en una sociedad marcada hasta por la
espectacularización de una tragedia? Esto no se iba a escapar. Y está claro que
el sábado, Austria dio espectáculo, supo llamar la atención, y, con ello,
captar votos.
La otra parte de la polémica viene con la reivindicación de
Conchita. Y es que las normas del Festival dejan claro que el concurso no puede
usarse con fines propagandísticos, religiosos ni políticos. Sin embargo, la
victoria de Conchita Wurst se ha tomado como una gran reivindicación de la
comunidad LGTB contra los ataques que esta está sufriendo en muchos países de
Europa, sobre todo en Rusia. Aunque bochornoso nos pareció el acoso y derribo a
las representantes de este país. No estamos a favor de las medidas de Rusia, al
revés, nos escandalizan. Pero el público se comportó bastante mal con las
Tolmachevy cuando ellas solo fueron a cantar y no se metieron con nadie.
Entonces, ¿reivindicar sí, pero propaganda no? Eso ya lo
dejamos a opinión de nuestros lectores. Lo que tenemos claro es que la victoria
de La mujer barbuda ha levantado
pasiones e ira por partes iguales. Pero esto es lo que tiene un gran show en el
que participan tantos países con pensamientos tan diferentes. Que nunca llueve
a gusto de todos.
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